Mama natural

Sí, mujeres... razonamos quizás demasiado, tenemos una MENTE compleja desde la cual asumimos nuestra maternidad en algunos casos muy racionalmente, sobre todo en estos tiempos en los cuales "se nos exige" (¿no será mejor decir "nos exigimos?") asumir distintos roles y hacerlos a la perfección. Entonces nuestra mente, nuestra razón, trabajan al máximo, dejamos que nuestro cerebro tome el mando hasta de nuestras locas emociones. Calculamos todo y tenemos todo bajo control hasta que llega nuestro bebé a nuestros brazos y todo se desborda. Aún así, a pesar de esa señal tan clara de que escuchemos nuestra NATURALEZA, nos olvidamos de escuchar nuestro corazón, de disfrutar el milagro de la vida que llevamos dentro o que está en nuestros brazos, y, sobre todo, de dejar fluir y seguir nuestro instinto, esa esencia NATURAL que nos han entrenado para acallar, pero que viene con nosotros desde siempre y guía el camino de engendrar, parir y criar. Por eso, este espacio busca que disfrutemos sin culpa el ser mamás amorosas, cariñosas, cercanas, cálidas; y promueve la crianza amorosa así como la recuperación de nuestro instinto.







1 de febrero de 2011

Naru nos conoce. Reflexiones sobre la maternidad desde una mirada "externa".

Naru es una mujer de una remota aldea en la región amazónica. Nosotros la llamaríamos una "no contactada", es decir, perteneciente a un grupo humano que no ha tenido ningún tipo de contacto con nuestra cultura occidental.
Naru se perdió en la selva y fue encontrada por unos científicos expedicionarios que la trajeron a Lima. Para que se adapte mejor y conozca cómo es la vida en familia en Lima, ha sido acogida en casa de una pareja que tiene una bebé recién nacida llamada Micaela
Naru es mamá de ocho hijos y al ser este su principal rol, lo que más observa es cuan diferente es la crianza de los bebés y los infantes. Lo primero que le llamó la atención era que Micaela tuviera su propia habitación y su propia cama donde sus padres intentaban cada noche, hacerla dormir -infructuosamente por cierto. En su aldea, a ninguna mamá se le ha ocurrido mandar a sus bebés a otro ambiente. Naru no se imagina cómo podría dormir bien ella, su familia y su último bebé, si ella no durmiera con él. Y sobre todo, se pregunta cómo podría hacer para darle pecho, el principal alimento. Naru imagina que para la mamá de la casa en la que está viviendo, debe ser difícil levantarse varias veces de la cama para alimentar o calmar a Micaela. "¿No sería mejor entonces que durmieran con su bebé?", se pregunta; "Al fin y al cabo hay tanto que la mamá tiene que hacer en el día que es mejor que duerma bien", piensa.
A Naru le gusta pasear por el malecón de Miraflores que es cercano a donde está viviendo. Le encanta ver el mar. En sus paseos nota que generalmente los bebés y los niños pequeños van con una persona que no es su mamá o alguien cercano como la abuela. Se pregunta cómo podría estar un bebé tanto tiempo lejos de su mamá, cómo podrían llegar a conocerse mamá y bebé, aprender mutuamente y aprender su cultura. Eso le llama poderosamente la atención. Su asombro es mayor cuando ve que los bebés suelen ser llevados en unos "aparatos con ruedas" a los que llaman "coches". "¿Por qué aquí no suelen cargar a sus bebés?", se pregunta esta vez. En su aldea -piensa- los bebés y niños de pecho son cargados por sus mamás. Esto les facilita darles pecho cuando lo necesiten, además de darles seguridad, en especial cuando son muy pequeñitos y aún no están listos para tantos estímulos externos. Naru no se imagina llevar a uno de sus bebés por la selva sin llevarlos pegado a ella, menos aún llevarlos mirando de frente a un mundo nuevo, sin mayor contacto físico ni visual con su mamá o con alguien que le dé seguridad.
Se cuestiona tantas diferencias... Una de ellas sin embargo, simplemente la desconcertó. Observar que los bebés no son alimentados con la leche de su madre. Cuando indagó por las razones, comprendió que la separación de la madre que había notado y que en cierta forma era promovida (habitación para el bebé, uso de cochecitos por ejemplo), era la principal razón. Pero Naru no daba crédito cuando le decían que había madres que no tenían leche. En su aldea nunca ha habido una mujer que no tuviera leche. "Sería muy grave y triste", pensó, "aunque finalmente siempre habría otra mamá que pudiera alimentar al bebé" como había escuchado que sucedía en las historias que contaban los más ancianos.
Naru regresó finalmente a casa y contó a las mujeres de su aldea cómo eran las mamás en Lima. Éstas quedaron bastante impresionadas.

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