Mama natural

Sí, mujeres... razonamos quizás demasiado, tenemos una MENTE compleja desde la cual asumimos nuestra maternidad en algunos casos muy racionalmente, sobre todo en estos tiempos en los cuales "se nos exige" (¿no será mejor decir "nos exigimos?") asumir distintos roles y hacerlos a la perfección. Entonces nuestra mente, nuestra razón, trabajan al máximo, dejamos que nuestro cerebro tome el mando hasta de nuestras locas emociones. Calculamos todo y tenemos todo bajo control hasta que llega nuestro bebé a nuestros brazos y todo se desborda. Aún así, a pesar de esa señal tan clara de que escuchemos nuestra NATURALEZA, nos olvidamos de escuchar nuestro corazón, de disfrutar el milagro de la vida que llevamos dentro o que está en nuestros brazos, y, sobre todo, de dejar fluir y seguir nuestro instinto, esa esencia NATURAL que nos han entrenado para acallar, pero que viene con nosotros desde siempre y guía el camino de engendrar, parir y criar. Por eso, este espacio busca que disfrutemos sin culpa el ser mamás amorosas, cariñosas, cercanas, cálidas; y promueve la crianza amorosa así como la recuperación de nuestro instinto.







15 de febrero de 2011

Dar para recibir

Hay tantas experiencias, vivencias y pensamientos al día que me resulta difícil escoger uno para compartirlo semanalmente. Creo que ese ha sido el principal motivo de la demora de mi siguiente post. El viernes finalmente decidí sobre qué escribir a partir de lo que viví ese día, que coincide con algunos pensamientos que deseo compartir.

Ser mamá es dar
Amor oblativo  es lo opuesto a “amor posesivo”. En realidad el amor es oblativo por esencia y deja de ser amor si se vuelve posesivo. El amor da, deja libre, piensa primero en el otro. Es el modelo de amor de una mamá, de una verdadera mamá. Recordemos mamás que es dando como se recibe, y somos nosotras quienes tenemos la responsabilidad de encarnar el amor oblativo y de poner en práctica y hacer real esta sentencia universal. Sí, no es fácil, bien lo saben nuestras mamás. Pero si ahora, en la adultez, somos amigas de nuestras madres, confiamos en ellas, les estamos agradecidas y son nuestro modelo, quiere decir que ellas en algún momento nos dejaron ir; y ha sido por eso que ahora somos más cercanas a ellas, y tenemos con ellas una relación madura y sin dependencias.

Dar, dar y dar…uff
Ahora que muchas de nosotras somos mamás desde hace apenas unos meses, nos preguntamos ¿cuándo las cosas volverán a la normalidad?, ¿cuándo podremos “recuperarnos” a nosotras mismas?, ¿cuando tendremos más tiempo para nuestras cosas?...y hasta nos preguntamos ¿cuándo las cosas volverán a ser como antes? Empecemos por esta última pregunta. La respuesta es simple y cruda: nunca. Nunca las cosas volverán a ser como antes y creo que debemos dar gracias por esto. Porque el antes significa no tener a nuestros(as) hijos(as), no tener la posibilidad de dar vida física y emocional, ni haber recibido el regalo que llena de sentido nuestra vida. ¿Y qué de las demás preguntas?
Recuerdo que los dos primeros meses, cuando mi bebita no podía dormir si no era en mi pecho o el de su papá, cuando luego no dormía si no era en brazos, cuando se quedaba prendida a mi pecho por horas, cuando no encontraba tiempo para nada… sentía que yo no existía, que no había más que la unión bebe-mamá. Me preguntaba entonces “¿cuándo podré “recuperarme” a mí misma, ser yo para mí aunque sea un momento?”1 Todos estos cuestionamientos y la angustia de los primeros meses desde que nació mi bebé, los he recordado en la reunión del viernes de la Liga de la Leche2. En ella, varias mamás con bebes de apenas unos o dos meses, expresaban su angustia y preocupación por lo demandante de las primeras semanas. Escucharlas, compartir sus dudas, ansiedades y angustias, me ayudó a recordar lo que yo también viví. A tan sólo 9 meses de haberme convertido en mamá, puedo decir que los momentos agotadores y demandantes de los primeros meses, van pasando. Un poco porque los bebes se vuelven menos dependientes cada vez (o dependientes de otras maneras); y otro poco porque aprendemos a reconocernos y reencontrarnos a nosotras mismas en el “ser mamá”, aceptando con paciencia y cariño nuestra esencia maternal, que es una entrega sin límites.

La dependencia tiene sentido
La dependencia de los bebés hacia sus madres no sólo es real sino que es necesaria (además, es temporal). Si un bebé no fuera dependiente, no sobreviviría. ¿Entonces por qué nos estresamos y empeñamos en que sean independientes a tan temprana edad? La independencia es una preocupación válida pero recordemos que ésta se construye, es producto de un proceso, es una consecuencia de cómo los criamos. Y como he podido ver, los niños e hijos independientes que he conocido, son aquellos que han tenido padres amorosos que han sabido responder a sus necesidades. Lo dicen también muchos autores (entre ellos mi favorito, Carlos González, de quien les hablaré en el futuro): un niño crece seguro y es más independiente cuando en sus primeros años se han satisfecho sus necesidades incluidas las afectivas. Esta es la premisa de la crianza amorosa que incluye la lactancia a demanda, la crianza en brazos, el colecho o el “sueño compartido”; en general, el respeto a las etapas de nuestros hijos que marcarán sus etapas de sueño, alimentación, juego, etc. Este “estilo de crianza” no es fácil y creo que los padres que la practicamos no estamos exentos de dificultades o dudas. Es demandante. Pero por experiencia, les comparto,  esta entrega con cariño y esforzada nos permite recibir infinitamente más de lo que damos. Si bien todo este dar, es intenso, muy intenso, los primero meses y años de vida, es sólo un momento de nuestra vida y de la de nuestros hijos. Este momento pasa, se va. Nuestros hijos dejarán de ser dependientes y necesitarnos tanto como en estos momentos. Disfrutemos entonces de esta intensidad, de esta entrega total y muchas veces agotadora. Nuestros hijos se irán, no son nuestros.

Verte sonreír, cuando te abalanzas sobre mí, cuando te ríes a carcajadas, cuando me miras con esos ojos bellos, cuando esos ojos brillan, cuando me dices mamá, cuando aprendes a hacer algo nuevo, cuando te apoyas en mi pecho o mi regazo buscando refugio, cuando logro calmarte, cuando te veo dormir plácidamente, cuando simplemente estás… entonces sé, que todo vale la pena… y es que dando, es como se recibe.


1Y eso que mi bebé no es una bebé de alta demanda. Sobre el tema “bebés de alta demanda” sugiero visitar http://redcanguro.wordpress.com/2008/08/25/bebes-de-alta-demanda/
2Más información sobre lo que es la Liga de la Leche http://www.llli.org/Peru.html o en facebook

1 de febrero de 2011

Naru nos conoce. Reflexiones sobre la maternidad desde una mirada "externa".

Naru es una mujer de una remota aldea en la región amazónica. Nosotros la llamaríamos una "no contactada", es decir, perteneciente a un grupo humano que no ha tenido ningún tipo de contacto con nuestra cultura occidental.
Naru se perdió en la selva y fue encontrada por unos científicos expedicionarios que la trajeron a Lima. Para que se adapte mejor y conozca cómo es la vida en familia en Lima, ha sido acogida en casa de una pareja que tiene una bebé recién nacida llamada Micaela
Naru es mamá de ocho hijos y al ser este su principal rol, lo que más observa es cuan diferente es la crianza de los bebés y los infantes. Lo primero que le llamó la atención era que Micaela tuviera su propia habitación y su propia cama donde sus padres intentaban cada noche, hacerla dormir -infructuosamente por cierto. En su aldea, a ninguna mamá se le ha ocurrido mandar a sus bebés a otro ambiente. Naru no se imagina cómo podría dormir bien ella, su familia y su último bebé, si ella no durmiera con él. Y sobre todo, se pregunta cómo podría hacer para darle pecho, el principal alimento. Naru imagina que para la mamá de la casa en la que está viviendo, debe ser difícil levantarse varias veces de la cama para alimentar o calmar a Micaela. "¿No sería mejor entonces que durmieran con su bebé?", se pregunta; "Al fin y al cabo hay tanto que la mamá tiene que hacer en el día que es mejor que duerma bien", piensa.
A Naru le gusta pasear por el malecón de Miraflores que es cercano a donde está viviendo. Le encanta ver el mar. En sus paseos nota que generalmente los bebés y los niños pequeños van con una persona que no es su mamá o alguien cercano como la abuela. Se pregunta cómo podría estar un bebé tanto tiempo lejos de su mamá, cómo podrían llegar a conocerse mamá y bebé, aprender mutuamente y aprender su cultura. Eso le llama poderosamente la atención. Su asombro es mayor cuando ve que los bebés suelen ser llevados en unos "aparatos con ruedas" a los que llaman "coches". "¿Por qué aquí no suelen cargar a sus bebés?", se pregunta esta vez. En su aldea -piensa- los bebés y niños de pecho son cargados por sus mamás. Esto les facilita darles pecho cuando lo necesiten, además de darles seguridad, en especial cuando son muy pequeñitos y aún no están listos para tantos estímulos externos. Naru no se imagina llevar a uno de sus bebés por la selva sin llevarlos pegado a ella, menos aún llevarlos mirando de frente a un mundo nuevo, sin mayor contacto físico ni visual con su mamá o con alguien que le dé seguridad.
Se cuestiona tantas diferencias... Una de ellas sin embargo, simplemente la desconcertó. Observar que los bebés no son alimentados con la leche de su madre. Cuando indagó por las razones, comprendió que la separación de la madre que había notado y que en cierta forma era promovida (habitación para el bebé, uso de cochecitos por ejemplo), era la principal razón. Pero Naru no daba crédito cuando le decían que había madres que no tenían leche. En su aldea nunca ha habido una mujer que no tuviera leche. "Sería muy grave y triste", pensó, "aunque finalmente siempre habría otra mamá que pudiera alimentar al bebé" como había escuchado que sucedía en las historias que contaban los más ancianos.
Naru regresó finalmente a casa y contó a las mujeres de su aldea cómo eran las mamás en Lima. Éstas quedaron bastante impresionadas.